En Cárnicas Iruña, la calidad no se consigue con una sola acción. Es la suma de muchas pequeñas decisiones, tomadas cada día por las personas que forman parte de nuestra cadena: desde la granja hasta el último punto de distribución.
Son tareas que no siempre se ven, pero que se notan. Ajustar un corte con precisión. Comprobar la temperatura de una cámara. Revisar una etiqueta por enésima vez para asegurarse de que no haya errores. Nada de eso sale en las fotos, pero todo forma parte del resultado final: una carne que llega al cliente en las mejores condiciones posibles.
La calidad nace del oficio
Hay algo que no cambia, por mucha tecnología que tengamos: la importancia del oficio.
Detrás de cada proceso hay personas que conocen su trabajo y entienden el producto.
Saben cómo debe comportarse una pieza, cómo reacciona una canal al frío, o cuándo algo no cumple con los estándares aunque no lo diga una máquina.
Esa experiencia no se enseña en manuales. Se aprende con el tiempo, con la práctica y con la exigencia de hacer las cosas bien. Por eso decimos que la calidad, en Cárnicas Iruña, no se controla: se construye.
Un engranaje que solo funciona si todos encajan
Cada área tiene su propio papel. En las granjas, el bienestar animal y la alimentación son la base. En el transporte, la limpieza y la bioseguridad son esenciales. En la planta, el rigor en el despiece, el envasado y el etiquetado son lo que garantiza la trazabilidad.
Todo está conectado. Si una parte falla, se nota en toda la cadena.
Y ahí entra algo que no se puede medir con sensores: la responsabilidad de las personas que están detrás. Quienes no dejan pasar un detalle, aunque nadie lo vea.
La calidad también está en la actitud
La diferencia entre cumplir y comprometerse está en la actitud.
En Cárnicas Iruña, cada persona entiende que su trabajo forma parte de algo más grande: de una reputación que se ha construido a lo largo de más de tres décadas y que se mantiene gracias a la confianza que depositan en nosotros distribuidores, carniceros y clientes de todo el mundo.
Hacer las cosas bien no es una consigna, es una forma de entender el trabajo. Significa llegar antes, revisar dos veces, y seguir adelante aunque el proceso sea exigente. Porque lo que importa no es solo que el producto salga, sino cómo sale.
Lo que no se ve, pero se nota
Puede que la calidad empiece en los controles, pero se sostiene en las personas.
En quienes se ocupan de que cada pieza cumpla su función, de que el etiquetado sea claro, de que la trazabilidad no falle y de que el cliente reciba lo que espera, cuando lo espera.
Ese trabajo silencioso, constante y preciso es el que hace posible que, cada día, Cárnicas Iruña siga siendo sinónimo de confianza.